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domingo, 29 de mayo de 2011

Dale la vuelta

Dale la vuelta

Cuando tenemos roces en nuestras relaciones, el que sale maltrecho es nuestro ego. Es la única parte de nosotros que puede ser vulnerada.

Lo más fácil, es huir del dolor y también de la relación que nos incomoda, pero si estamos en un camino de evolución personal o crecimiento, esa actitud no nos satisfará, al contrario, nos dejará una sensación inquieta como de que hemos dejado de hacer algo importante.
La sensación incómoda casi siempre se va a sentir en el plexo solar, con visos de cierta ansiedad.

Si se es muy mental, el calor en la cara y el enojo aparecerán con la clara llamada al orgullo herido.

Nadie puede dañarnos si nosotros no lo dejamos

Esta frase muy reptida en los temas de crecimiento personal, viene ahora ni que pintada.

¿Qué quiere decir exactamente?

Que somos nosotros los que dejamos que la emoción, actitud y palabras de los demás hagan mella en nuestro supuesto esquema de autovaloración.

Estamos dando más poder e importancia al otro, que a nuestro ser interno.

Veamos:
Si un niño se acercara a nosotros y nos insultara ¿Cómo reaccionaríamos?
Lo más probable es que o no le hiciéramos caso, o nos sonrieramos o sencillamente tal vez intentáramos conversar con él para averiguar cual era el motivo de sus palabras.

¿Qué ocurre cuando es un adulto y nos hace lo mismo?

Queremos a toda costa hacerle “tragar sus palabras” que rectifie “inmediatamente lo dicho” que “nos pida perdón por la ofensa recibida”

Si estamos verdaderamente conectados con nuestro ser, sin darnos a nosotros mismos ni más ni menos importancia de la que en realidad tenemos, las actitudes molestas de nuestros semejantes nos tienen que dejar de la misma manera que actuamos delante de un niño.

Las personas que actúan por reacción, no están viviendo verdaderamente desde su interior, sino que actúan al estímulo externo.

Bien sea a la alabanza como al insulto.

Mientras no seas capaz de vivir desde tu interior, “necesitarás” de esos estímulos para aprender a situarte en conexión directa contigo mismo.

La próxima vez que te encuentres con un adversario, comprende que es una oportunidad,
DALE LA VUELTA

Maria Dolors

viernes, 13 de mayo de 2011

Confusión




Confusión

La  confusión, es un estado incómo con sensación de desorientación de no saber exactamente ¿qué hacer? Es una circunstancia que aparece en momentos cruciales de nuestra vida.

No me refiero a la típica duda entre dos opciones. Me refiero al estado confusional delante de una situación, una vivencia o una relación.

La confusión aparece, cuando en nuestro intelecto existen varias opciones conocidas, a traves de las experiencias ya vividas, pero se intuye una o varias soluciones nuevas, todavía no elaboradas y por tanto sin  asimiladar por nuestro intelecto.

El primer paso es darse cuenta, de que se está confuso. Es una sensación desagradable,  sobretodo para aquellas personas acostumbradas a tomar decisiones rápidas.  

Causa un estado de falta de control absoluto de la situación y esto conlleva  ansiedad. En muchos casos, suele impeler a consultar con amigos o familiares, con el fin de conseguir una solución, sin que sus respuestas sirvan demasiado.
Y si lo hicieran impedirían un recurso natural que la confusión otorga para el desarrollo de nuevas capacidades.

Ninguna información externa, especialmente verbal, puede ayudar a clarificar un mecanismo natural en el hombre que sirve para incorporar nuevas herramientas de vida.

La confusión es una sensación que conviene explorar, a pesar de su incomodidad, si nos damos el tiempo suficiente para que se despeje como la bruma de un día otoñal, nos regalará el descubrimiento luminoso de una o varias opciones de las que de otro modo difícilmente se abrirían paso a través de nuestra capacidad cognitiva.

Si estás confuso, relájete, confía en el proceso y…. después disfruta de tus nuevos recursos.

Maria Dolors Pozo