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domingo, 19 de diciembre de 2010

El árbol feo


EL ARBOL FEO

De todos los abetos vendidos  en la tienda de adornos de Navidad, Únicamente había quedado el menos agraciado; lucía con ramas separadas, sin fronda, se diría que raídas, incluso si se le miraba bien hasta parecía que su extremo superior cayera cual cara cabizbaja.
Por lo visto ningún comprador se sintió atraído por él y al mirarlo uno se decía que era la mismísima imagen del frío y el desamparo.
El vendedor, no sabía qué hacer. Se frotó la barbilla pensativo y dudó entre trocearlo para fuego o... - ¡Pero ¡claro!, -(pensó),  como estaba verde no ardería con facilidad.
Dudó..., de hecho se habían agotado las existencias y este abeto solitario le estorbaba.
Finalmente pensó que lo dejaría en la calle, a la entrada de la tienda, tal vez algún rezagado pudiera aprovecharlo, desde luego él no iba a esperar más tiempo para su venta, sus pingües beneficios le permitían cerrar el negocio y marcharse a su casa a disfrutar de la Noche Buena con su familia.
Si, (se dijo) lo haré, lo abandonaré en la puerta.
El abeto sintió el desprecio en su corazón de árbol. Sintió ser el más mísero y desgraciado Árbol de Navidad del mundo. Bajó su autoestima hasta tal punto que sus ramas descendieron, si cabe, unos centímetros más. Realmente parecía un árbol abatido. En su interior pensó que su existencia había sido totalmente en vano, no podría cumplir la misión para la que fue cultivado: Un Árbol de Navidad, alrededor del cual niños y mayores se acercarían para celebrar una época tan maravillosa del año, motivo de admiración y alegría...
Nadie colgaría de sus ramas bellos objetos, lazos, campanillas, estrellas...

Sin más dilación, el propietario agarró el árbol y lo depositó a la entrada de la tienda. Miró al cielo con un escalofrío ya empezaban a caer algunos copos de nieve, se subió el cuello del abrigo y apretó el paso hacia su hogar.

Pasaron unas horas y la temperatura cada vez era más baja. El Abeto  sintió como sus ramas se iban congelando y dejó de sentir tristeza y dolor. La nieve caía mansamente, sin viento y justo cuando tocaba sus ramas se amontonaba grácilmente, formando extrañas formas.

Clareaba ya el día de Navidad y un paseante madrugador se topó con el ahora magnifico árbol, casi cubierto de nieve pero con unas formas extrañas en cada rama que parecían sostener esculturas. El transeúnte se apartó unos metros para contemplar aquella extraña figura. Su boca se abrió con admiración y exclamó un gran Ohhh.

Al apartarse pudo ver como todos los símbolos de la Navidad se podían contemplar modelados en hielo: arriba en la cúspide una estrella blanca, luciendo perlas de agua. En otra rama: un niño en su cuna, en la otra algo parecido a una oveja pastando, más allá su pastor, en la otra un hermoso Ángel con sus alas desplegadas; Más abajo tres reyes Magos.
Rodeó el árbol y fue descubriendo figuras y más figuras y lo más hermoso: el sol incipiente en el horizonte arrancaba destellos dorados al árbol.

Las horas pasaron y lentamente se reunió una gran multitud admirando aquel extraordinario árbol de Navidad.

Mª Dolors Pozo






miércoles, 8 de diciembre de 2010

Carta a una amiga



Querida Lidia,
Ayer fue el día de la amistad y justamente me telefoneaste para contarme, una vez más, lo mal que te sentías.
Como casi siempre, te escuché y procuré decirte aquello que considero necesitas escuchar, pero hoy, desde este lugar, que tango quiero, deseo decirte algunas cosas, que a veces por teléfono o en persona resultan un tanto difíciles de decir.
Lidia, hay un momento de la vida en el que ya no podemos buscar a fuera de nosotros, no hay nadie que puede vivir tu vida o que pueda meterse en tu piel para sentir, tanto sea dolor, tristeza como alegría y dicha.
Solamente metiéndote, de verdad en tu interior y sintiendo toda la gama de las emociones y sentimientos, llegarás a la verdad, a la tuya, que es única.
Si cuentas una y otra vez tus conflictos a los demás, estos opinan proyectando en ti sus propias dificultades, no están libres de vivirlas y aunque sea de buena fe, lo único que conseguirás es estar más confundida, porque al escuchar y creer en otros, te olvidas definitivamente de ti.
Recuerda que para saborear algún manjar, únicamente sabrás a que sabe si lo comes.
También hay que correr el riesgo de equivocarse, de pedir perdón y sobre todo de vivir de primera mano tu propia vida. Si no, si vives a través de otros, bien sea por consejos o por lecturas o por cualquier otra influencia ajena a ti, dejas de ser tu para vivir desde otro ser.
Cuando hablas y hablas, huyes de sentir, te pierdes en la mente, que todo lo complica. El dolor se disipa o termina si lo sientes, si lo vives. Lo mismo que cualquier otra emoción.
Es hora ya de que crezcas, que actúes, que te responsabilices de tu vida, en su totalidad, con las carencias, con los conflictos y con lo que HAY, porque eso es lo que la vida te está pidiendo AHORA. El futuro no existe. El hoy es el resultado del ayer, y el futuro será el resultado de hoy.
Métete de lleno a vivir, deja de pensar y sobretodo ama, ama y ama, esa es la salida. Amate como eres, ama a los demás como son. Ama su esencia, olvida su personalidad. No te enredes con el ego.
Intentar cambiar a los demás y al mundo te lleva directamente a la enfermedad, porque no existe el cambio, existe el crecimiento y el comportamiento nace de ahí­ del estado evolutivo. Únicamente puedes cambiar a través de crecer, pero eso será a TI MISMA, los demás tienen la libertad, el libre albedrío de crecer o no.

Con  amor fraternal

Maria Dolors Pozo

domingo, 5 de diciembre de 2010

Impaciencia - las prisas


A veces la impaciencia se apodera de mi, o mejor dicho me impaciento; esto me sucede especialmente cuando espero la llegada del autobús, o aguardo mi turno a la espera de pagar mi cuenta en el supermercado.

Muchas veces he reflexionado sobre el extraño comportamiento de mi “paciencia”. A veces elaboro con mimo y dedicación labores de aguja que casi me dejan ciega, en las que contar lo hilos diminutos de un sutil tejido, parecería la más minuciosa de las tareas y en la que la única arma posible, a parte de la muy discutida destreza, sería sin duda la “paciencia”.

¿Cómo es entonces que la pierda con tanta facilidad en otras situaciones?
Se me ocurre que tal vez, uno de los motivos podría ser la idea descabellada de que mientras “espero” no “laboro”, es decir mientras no puedo dedicar mi tiempo a nada productivo, entro en la sensación de “pérdida de tiempo”.

Si fuese así, estaría de nuevo saliéndome del vivir en presente lo que me sucede y al instalarme en el futuro (supuestamente productivo) compararía la situación y la real, la que estoy viviendo, quedaría minusvalorado y por ende la viviría como perjudicial y  de ahí la pérdida de la valiosa “ciencia de la paz”, o sea paciencia.

Una vez más, la mente, especialmente la programa, la que dejo que actúe sin conciencia, me empuja hacia el desprecio de lo que está sucediendo, presuponiendo e imaginando que existe otra situación mejor que la que estoy viviendo; sin embargo si sencillamente me entregase por completo, sin juicio, a lo que vivo, no habría posibilidad de frustración, simplemente estaría viviendo al completo el presente, extrayendo de él, sin apenas esperarlo mucho más de lo que en principio podría parecer. Si tomamos por ejemplo la fila de gente que espera para pagr en el supermercado, estando conectada totalmente con todo mi yo, podría observar lo que sucede en el entorno, como si todo fuese por primera vez, de hecho lo es; ya que nunca antes viví ese momento. El entorno, las personas, lo que percibo en su proximidad, los objetos, así cómo me siento yo misma allí.

Mª Dolors Pozo

miércoles, 24 de noviembre de 2010

Pensamientos obsesivos o repetitivos

Pensamientos obsesivos o repetitivos

¿Quién no ha vivido una situación en la que no se puede quitar de la cabeza una conversación mantenida con otra persona que  nos dejó insatisfechos?,
 
Entonces a solas, damos vueltas a la conversación y entramos en un diálogo interior en el que nos decimos: “tendríamos que haber dicho esto y aquello y lo demás allá”. En ocasiones nos recriminamos por habernos quedados bloqueados o incluso aparece cierta sensación de humillación por no haber “dado la talla”,… pero no conseguimos salir de ahí.

El motivo, es por que intentamos solucionar el problema utilizando lo mismo que lo ocasionó, no buscamos contemplar el suceso desde otra perspectiva,

Ante esta situación podemos preguntarnos: ¿Exactamente, que es lo que he dejado de manifestar? ¿A qué emoción o sentimiento corresponde? ¿Qué necesidad personal he obviado o relegado?

Un buena manera de intentar descifrar que se hay detrás de este comportamiento sería intentar recordar ocasiones similares en las que hemos reaccionado de la misma manera y comprobar que las situaciones se van repitiendo y casi siempre siguen un mismo patrón. Podrían corresponder a una falta de hábito en expresar nuestras necesidades o nuestros sentimientos y una tendencia a posponerlos o dar preponderancia al punto de vista contrario, muchas veces por un sentimiento escondido de falta de merecimiento. O tal vez a un aprendizaje hecho en la infancia en el que se nos instó a no confrontar, es decir a “agradar”, “obedecer” y  “dar la razón” y sería un “mensaje” interiorizado de no discutas: obedece, no preguntes, no pienses, tú no sabes nada, no te atrevas a ser tú, etc.

En nuestra vida adulta podemos repetir ese mismo patrón, olvidándonos de lo que sentimos y en muchas ocasiones cuestionándonos internamente si es “razonable” que nos sintamos de esa manera. Lo que sentimos no es ni razonable ni irracional, sencillamente ES. Y es importante que como primer paso, aceptemos la emoción que sintamos, sin cuestionarla o determinar que tal vez no sea “adecuada” o “a proporción”. Si la sentimos, tenemos todo el derecho a respetarla y manifestar que nos sentimos de esa manera. Asumiendo que es lo que sentimos nosotros ante lo que estamos experimentado, es decir sin recriminar la situación o las personas. Si no, que ante lo que se está vivenciando, uno se siente ASI.

Para poder expresar lo que sentimos es necesario e imprescindible que lo conozcamos, que sepamos como es nuestro mapa emocional qué tendencias emocionales tenemos. Tarea que se presenta difícil en una sociedad en la que se da preponderancia a la mente o pensamiento, dejando  el sentir, las emociones y los sentimientos relegados e ignorados; causando una auténtica ignorancia o confusión ante lo que realmente sentimos. Esto se pone especialmente de manifiesto en personas cuya educación fue sistemáticamente inhibidora de sus emociones a las que se le enseñó a obedecer o complacer a los progenitores o educadores sin tregua.

Retomando el enunciado: si en lugar de dar vueltas y “revivir” mentalmente la conversación, la vivencia o la situación que nos tiene “atrapados”, detuviéramos nuestros pensamientos y nos situáramos con las manos sobre el corazón, preguntándonos qué sentimiento, emoción o sensación omitimos en aquella vivencia, a buen seguro lo descubriremos exactamente. Obteniendo una herramienta inestimable para utilizarla en la próxima ocasión, rompiendo los patrones repetitivos y alcanzar a comportarnos con total libertad.

Poniendo luz en nuestra oscuridad interior iniciaremos el camino del equilibrio.

Maria Dolors Pozo

sábado, 20 de noviembre de 2010

Acerca de la envidia

Acerca de la envidia


Escuchaba atentamente a mi mejor amiga, contarme por enésima vez lo enfadada, furiosa y airada que estaba con su cuñada.

Todos los adjetivos que le dedicaban eran un ramillete de rayos y truenos, donde cualquier atributo positivo se convertía en su boca en cualquier cosa deleznable.
Total que cualquiera que la escuchase diría que la odiaba terriblemente.

Viendo el color rojo que estaba coloreando sus mejillas, me atreví con sumo cuidado a preguntarle, si no había alguna virtud o cualidad que la adornase.

-¡Qué dije! Los improperios fueron aún mayores hasta que consumiendo el fuego típico del enfado, fue calmándose hasta confesarme que realmente le dolía terriblemente que tuviese tanta suerte, un marido amantísimo, hijos inteligentes y un hogar de película…

-¡Ya! Le dije. –O sea ¿que le tienes una envida del tamaño de una catedral?

Ahora su cara se quedó lívida, abrió la boca y sus mejillas descenderieno unos milímetros en una mueca de estupor.
Le faltaba el aire y hasta tuve que darle unos golpecitos en la espalda.

-¡Tranquila, mujer! Respira hondo.
-No es para que ponerse así. Total, resulta que te mueres de amor por ella

-¡¿Qué? –gritó
-¡Créeme no la puedo ver!

-Me parece que no. Me parece que lo que te pasa es que la amas tanto que quisieras ser ella…

Otra vez, el color coloreó sus mejillas, pero esta vez de una tonalidad rosada.

Comprendí que estaba confundida, no sabía que pensar y eso era la señal inequívoca de que había dado en el blanco.

Mira, tranquilízate y piensa detenidamente en todo lo que te gustaría tener de ella, pero esta vez no te quedes en lo material. Piensa en los aspectos de su personalidad, en sus virtudes, habilidades, etc.

….

-¿Las tienes claras?

-…si…

Dime, todas esas cualidades son admiradas por ti, ¿verdad?
-Pues si…

Entonces, que yo sepa, solemos admirar y desear para nosotros todo lo que consideramos lo mejor, lo más preciado, lo bello, lo bondadoso…. Y eso es un tipo de amor, porque generalmente, deseamos para nosotros lo mejor…

-Tienes envidia de tu cuñada, porque la ves estimable, digna de amor…. O sea la amas

-¿Lo comprendes ahora?

Mi amiga seguía confundida pero los rasgos de su cara se iban relajando y casi esbozó una suave sonrisa, al tiempo que un destello brilló en sus ojos.

-Creo que entiendo a lo que te refieres. La veo tan brillante, tan genial que me molesta no ser como ella…
¿es eso?

-Si… algo así, pero hay más.

-¿Qué?

Te enfada la idea de que tu careces de esas cualidades y eso también es un error de planteamiento.

-Pero… si es verdad, yo no se cocinar como ella…, por ejemplo.

-Como ella, no, pero sabes cocinar como tú misma y eso es suficiente.

No podemos ser como otro, pero podemos ser completamente como nosotros mismos, especialmente si nos centramos en potenciar y mejorar nuestras propias habilidades, en lugar de envidiar, criticar o rebajar las de aquellos seres que por la razón que sea las han desarrollado “antes” que nosotros. Además el intento de disminuir al otro, no hará de ninguna manera que nosotros “aumentemos” en ningún sentido.

También podemos ser conscientes de que “deseamos” ardientemente esas cualidades y ponernos en marcha para conseguirlas.

Y aún hay más…. Y esto es lo mejor de todo, podemos alegrarnos de compartir nuestra existencia con seres que son como faros en nuestras vidas, marcándonos el camino que deseamos tomar y sentir en nuestro interior que nos pertenecen y les pertenecemos, que en realidad no hay ninguna separación entre ellos y nosotros.

Es la creencia  de ser seres independientes la que nos hace falsamente creer que estamos carentes de las cualidades que tanto amamos y deseamos, teniendo en cuenta que desde el momento que las deseamos, ya están en nuestro interior
como cualidades, eso sí todavía por desarrollar completamente. Nos tocará, entonces,  en cuanto a la personalidad, ponernos en marcha para ir desarrollándolas hasta convertirlas en una realidad patente en nuestras vidas.

-Bueno, ¿Qué tal tu enfado?
-¿Sabes una cosa? Se ¡esfumó!

 Maria Dolors Pozo








miércoles, 17 de noviembre de 2010

Automatismos


En un encuentro entre amigas, una cena, me di cuenta de la cantidad de cosas que hacemos automáticamente, por imitación y con ausencia absoluta de conciencia.

Una de las participantes prefirió una tortilla francesa, en lugar de la comida que entre todas habíamos elaborado.
La anfitriona se dispuso a cocinarla y para ello extrajo del compartimento de las sartenes, la que ella solía utilizar para este plato.

Observé con asombro que la sartén en cuestión, era exageradamente grande para una simple tortilla a la francesa, y le pregunté a mi amiga el motivo de utilizar un utensilio tan grande para tan exiguo plato.

Sin inmutarse, me contestó que era la sartén que solía utilizar para las tortillas. Insistí preguntando si también para las tortillas de un solo huevo.

Mi amiga interrumpió la preparación del plato para inquirirme a qué se debía  mi sorpresa.

Le dije  que tenía a su disposición varias sartenes, entre ellas, una de menor tamaño, más idónea para la tortilla.

Visiblemente contrariada, mi amiga me respondió que “esa era la sartén de las tortillas”.

No era mi intención iniciar una discusión absurda sobre las preferencias de las sartenes, pero no acababa de comprender el motivo “real” de esa decisión.

Finalmente, mi amiga, dándose  cuenta de que había algo de lógica en mi observación, reflexionó un momento y me explicó que sencillamente había copiado la costumbre de su madre de utilizar una sartén grande para hacer tortillas.

Ante mi silencio, ella misma llegó a la conclusión:

“¿Sabes?, acabo de comprender que mi madre tenía una sola sartén en la cocina”
-      Pero, ese no es tu caso ¿verdad? - Le dije

La manera de colocar los utensilios de cocina, en el baño o incluso en el armario ropero, suele estar impregnado de aprendizajes infantiles que jamás fueron cuestionados, lo mismo que otras actitudes que nos cuesta cambiar por estar incluidas de manera inamovible en nuestra vida.

Prestar atención a la forma en que nos manejamos en lo cotidiano, nos puede proporcionar una comprensión profunda de la cantidad de hábitos que sencillamente, jamás cuestionamos y que podemos desbaratar, reciclar, mejorar o incluso cambiar completamente en cuanto seamos conscientes.

Lo mismo ocurre en nuestra forma de pensar

¿Cuántos planteamientos  de vida son realmente genuinamente nuestros?

Maria Dolors Pozo

sábado, 6 de noviembre de 2010

Pensar bien, pensar mal

Pensar bien, pensar mal.


El otro día conversando con una amiga,  me contaba que estaba sorprendida porque no podía contactar con un familiar y empezó a explicar que lo más probable es que no quisiera ponerse al teléfono, o que tal vez le hubiera pasado algo terrible, et. Le pregunté cual era la razón de pensar en cosas tan dramáticas y si se había planteado que tal vez estaba muy ocupado o sencillamente deseaba aislarse una temporada sin que eso significase ruptura u olvido. Mi amiga insistía en que eso no era posible, y añadía un sin fin de argumentos que más parecían tema para una novela que algo posible.

Después de este encuentro. caí en la cuenta de la tendencia que tenemos a veces de pensar en el lado malo de las cosas,  de adivinar las “malas intenciones” de los demás, o sencillamente esperar “lo peor”.

¿Os pasado alguna vez? Supongo que si,  todos hemos vivenciado esto ante situaciones importantes en nuestra vida. En las relaciones familiares, de amistad o en definitiva de cualquier índole. Pensamientos de sospecha que nos han empujado a sencillamente  “pensar mal” de alguien “a priori”.

¿Qué es lo que nos empuja, de ambas opciones, a que escoger  la negativa o la peor? ¿el miedo? ¿orgullo, tal vez? ¿Cómo es que en situaciones inusuales, optamos por ese lado tremendista? Realmente, aquel conocido refrán de “Piensa mal y acertarás”, ¿se ha corroborado tanto en nuestras vidas?, o en la mayoría de situaciones en las que nos ha asaltado la duda y después de debatirnos en un montón de imaginarias situaciones, siempre fatalistas, ¿han devenido finalmente en una lógica, natural, totalmente clara explicación y en definitivo con buena resolución?. Seguro que en la mayoría de los casos ha sido lo último ¿Verdad?

Entonces, de ¿dónde surge esta tendencia a desconfiar?

En mi experiencia, he comprobado que muchas veces anticipamos lo negativo en un intento de evitarnos sufrir con lo real y entonces lo que hacemos es sufrir “por adelantado”. Hacemos  algo así como para que “no nos pillen por sorpresa” anticipo el sufrimiento, ya que entonces la frustración causada se nos antoja más doloroso por inesperada.

Y, en vuestra experiencia ¿De donde surge esta reacción?

Si en lugar de anticipar un acontecimiento, bien sea bueno o malo, silenciaramos nuestra mente poniendo freno a nuestra imaginación y  esperásemos a que éstos nos muestren la realidad, sabiendo que en el caso de que ésta fuese adversa, por lo menos, nos habremos ahorrado uno de los dos sufrimientos, además viviríamos la experiencia como única, como lo que es, sin la distorsión que causa la influencia de la imaginación.

Instalarse en el presente nos brinda la oportunidad de afrontar cada experiencia, cada nueva situación, sin el filtro de lo experimentado en el pasado que probablemente nos incitaría a reaccionar de la misma manera conocida, impidiendo afrontar cada nuevo reto con recursos nacidos de nuestro continuo desarrollo personal.

Maria Dolors Pozo

lunes, 1 de noviembre de 2010

Asumiendo la propia opinión

Imagen: ¿Qué ves, una pareja o.... un bebé?


Asumiendo la propia opinión

Una de las dificultades mayores a la hora de ponerse de acuerdo con otra persona que sostiene un punto de vista, opinión diferente, o totalmente opuesto al nuestro, consiste en enfocar ambos puntos de vista como verdades absolutas.

Si para defender una opinión optamos por expresarla desde “es mi punto de vista” o “es como yo lo veo”, “es mi opinión”, en lugar de “ES ASI”, o situarnos en una defensa a ultranza partiendo de la base de que es una opinión inamovible o “la única verdad”, nos será difícil llegar a ningún tipo de acuerdo o aproximación a otra forma de pensamiento o criterio.

Aferrándonos a nuestro punto de vista en una actitud totalmente cerrada  por expresarla desde la única posibilidad, nos imposibilitamos a escuchar la otra forma de pensamiento, negándonos la posible información o planteamientos nuevos, desconocidos y enriquecedores que tal vez nos permitirían ampliar los conceptos propios.

El simple planteamiento de asumir que es “nuestro” punto de vista no “el único”, permite que las barreras existentes entre dos posiciones enfrentadas, sean movibles, capacitando a ambas partes a un acercamiento para una mayor comprensión de la situación objetiva y facilitando un posible acuerdo válido para ambas partes.

Pero esta no es la única ventaja; cuando utilizamos un lenguaje que expresa nuestro punto de vista subjetivo, estamos asumiendo y admitiendo que es el nuestro y nos permite responsabilizarnos de nuestra opinión sin tener que recurrir a una forma de expresión con visos de “sentencia” que evita la auto responsabilidad y el replanteamiento de nuestras opiniones, impidiendo la ampliación de la capacidad de comprensión y la consecuente ampliación de criterio

Al asumir que es nuestra opinión, estamos permeables a poder desarrollar cómo hemos llegado a ellos, permitiendo un análisis clarificador o enriquecido. Por el contrario, si nuestra expresión parte de la premisa de “verdad absoluta”, la posibilidad de análisis queda sensiblemente mermada,.

Maria Dolors Pozo

viernes, 29 de octubre de 2010

Ritual para difuntos

Se termina octubre y junto con los dos dias primeros de Noviembre, se celebran en todo los paises rituales relacionados con la magia, ocultismo y por supuesto con la muerte. No en vano coincide con el solisticio de otoño y el día de las brujas. Festividad en la que según la tradición, celebraban su reunión semestral.
En la cultura cristiana, es de todos sabidos la costumbre de recordar a nuestros difuntos, limpiando y adornando sus tumbas con flores.
En esta ocasión, os quiero hacer una propuesta un tanto diferente pero no por ello alejada del marco de la festividad.
Os propongo que aprovechéis esta noche tan mágica para reencontraros con familiares que ya pasaron de plano (fallecieron) y que sin necesidad de ir a donde reposan sus restos mortales, los honréis y recordéis. Algunos compartieron sus vidas y experiencias con todos nosotros y a otros les debemos nuestra herencia genética.

Buscad en ese cajón donde se guardan fotos antiguas, en su defecto, colocar cartulinas con sus nobres y arméis un pequeño altar con ellas. No dudeis en incluir aquellos antepasados que no conocimos pero que pertenecieron a la familia y que seguramente, gracias a ellos, estamos hoy aquí. Luego, poned un par o tres de velas y si acaso un sumerio, o cualquier objeto que os inspire: flores, piedras semipreciosas o guijarros de colores, incluso las joyas que pertenecieron a la familia. Después, os recogeréis con respeto, en la actitud física más en sintonía con vuestro credo y emitais un oración de respeto, recuerdo y agradeciendo que estuvieran y pertenecieran a la familia. Si hibiese recuerdos dolorosos o de resentimiento, es momento de voluntariamente dejar que se consuma con el fuego de las velas. Centrándose en lo mucho que podemos agradecer a que ellos nos precedieran en el tiempo.
Si queremos dar un pequeño paso más, podemos decir, a modo de oración:
Yo tomo vuestra fuerza y el bien, dejo que se consuma lo inarmónico y os recuerdo y guardo en el corazón.
Después dejad que se consuman las velas hasta el final (con todo el cuidado posible).

Ni que decir tiene que podéis incluir en el altar, cualquier persona a la que deséis rendir testimonio afectivo.

Os aseguro que es un ritual muy gratificante y reforzante, ya que nos pone en contacto con la Familia personal, recordando nuestros orígenes y por ende con la familia universal de la que formamos parte todos.

Necesitamos fuertes raíces para crecer alto. Nuestros antepasados las sembraron para nosotros.

Formamos parte de un Todo, y en este Todo están también todos los seres que encarnaron antes que nosotros.


M Dolors Pozo





martes, 26 de octubre de 2010

Recuperando recursos



RECUPERANDO RECURSOS

Muchas veces vivimos situaciones en las que no encontramos los recursos adecuados para afrontarlas; bien sea una entrevista complicada o una situación en la que nuestra mente, se ha quedado literamente“en blanco” o bloqueada. Sin embargo a posteriori, recordamos haber vivido otras situaciones difíciles de similares características en las que estuvimos “brillantes” supimos “exactamente” que contestar y como encauzar
la conversación para no salir perjudicados y desenvolvernos adecuadamente.

El tener presente las situaciones vividas y superadas con éxito nos puede ayudar para afrontar las nuevas, utilizando los recursos que nos sirvieron en su momento. Esto se puede llevar a la práctica fácilmente, únicamente debemos tomarnos unos segundos, tan solo eso “segundos” para intentar relacionar lo que nos está ocurriendo en este momento con otra situación en la que supimos salir airosos con nuestros propios medios, bien sea dialécticos o estratégicos.

Si nos tomamos esos segundos para transportarnos aquella situación exitosa intentado dejarnos sentir la actitud en la que estábamos, procurando traer a la memoria algún recuerdo visual (por ejemplo la ropa que vestíamos) algún recuerdo del sonido que nos envolvía y por supuesto conectar profundamente con nuestro estado anímico. Esto que parece complicado y largo al ser leído, es muy rápido de realizar en lo vivencial. Simplemente se trata de contactar con algo de serenidad y veremos asombrados como la mayoría de las situaciones que nos parecían “difíciles” o bloqueantes son afrontadas y superadas con facilidad.

Maria Dolors Pozo
Terapeuta Gestáltica y Floral



domingo, 24 de octubre de 2010

Los dones de los problemas



LOS DONES DE LOS PROBLEMAS

Todo el que esté interesado en el autodesarrollo personal o caminando hacia la búsqueda interior, sabe bien, que en multitud de libros, se aboga por apreciar el beneficio que nos aportan los problema o dificultades de la vida y la importancia de profundizar en todo aquello que nos incomoda.

En este sentido la sabiduría popular nos hecha una mano en el dicho popular:  “No hay mal que por bien no venga”.

Lo que ocurre es que muchas veces la persona que vivencia situaciones duras o difíciles, le cuesta darse cuenta o comprender cual es la ventaja de lo que esta viviendo.  ¿Dónde está el beneficio? Se pregunta perpleja. “Si lo estoy  pasándolo fatal”, suele decirse a sí misma.

La dificultad en comprender los dones que traen “debajo del brazo” los problemas del cada día, se pueden clarificar si distanciándonos del problema o situación conflictiva, nos preguntamos:

 ¿Qué cualidad me está obligando a desarrollar esta situación?,

Las cualidades siempre son la parte positiva de un defecto. Así si lo que vivimos nos empuja a tranquilizarnos, a esperar… es fácil adivinar que la cualidad es la Paciencia.

Si por el contrario la situación vivida nos enfrenta a tener que reclamar nuestros derechos en una situación que se nos antoja atemorizante, la cualidad sería la Valentía o superación del miedo.

Y de este modo la contrariedad escondería flexibilidad… etc.

Teniendo en cuenta que en muchas ocasiones no se tratará únicamente de una cualidad sino varias que se mezclan o interaccionan a la vez. La ayuda vendrá cuando anotemos todas las cualidades que descifremos nos pidiendo la situación.

Más tarde podremos efectuar una criba de menor a mayor cualidad, acabando seguramente en una o dos básicas.


Maria Dolors Pozo
Terapeuta Gestáltica y Floral